Men del blog A mi manera Amanece, planteaba una cuestión muy interesante, cómo distinguir una intuición de un pensamiento.
Quizá lo más fácil sea comenzar por el principio, es decir, qué es la intuición o a qué nos referimos cuando hablamos de ella.
La intuición es una cualidad que pertenece a todos los animales, nacemos con ella. La gran diferencia está que en los humanos analizamos, razonamos o pensamos y al hacerlo, limitamos o frenamos la información que recibimos desde la intuición.
Para mi, la intuición está ligada a las sensaciones, a las emociones mientras el pensamiento lo está a la mente, al intelecto. Aparentemente ambas herramientas parecen ser opuestas, cuando en realidad son complementarias. Donde no llega la lógica lo hace la intuición y viceversa. La mente analiza, comprueba, razona mientras la intuición siente y no puede explicar con palabras lo que percibe. Unir ambas es estupendo porque ayuda a equilibrarnos.
Cómo distinguir un pensamiento de la intuición debería ser fácil pero a veces resulta complicado y el porqué debemos encontrarlo en la mente que lo analiza todo.
Dentro de la intuición podríamos englobar las sensaciones que nos transmite una situación, una persona, un hecho en concreto, un sueño con un significado especial, una premonición, etc. La intuición está en todos los aspectos de la vida y en todo lo que nos rodea.
A modo de ejemplo, para ir a un sitio solemos caminar por determinada calle y un día sin saber porqué cambiamos de acera, o vamos por otra dirección. Al llegar a nuestro destino, nos enteramos de que por la calle que solemos ir habitualmente ha habido un robo, un accidente, un atasco y al cambiar de calle, nos hemos librado de vivir esa situación; o por la calle que no solemos ir, nos hemos encontrado con alguien que estábamos deseando ver y no coincidíamos.
Una intuición es una certeza, una seguridad que no puede explicarse aparentemente con palabras y que muchas veces lleva a tomar una decisión en contra de lo que dicta la lógica pero con el convencimiento que es lo adecuado. Con el tiempo, comprobamos que lo elegido es un éxito.
Cuando existen dudas entre si es un pensamiento o una intuición lo que creemos, lo mejor es observar cómo nos afecta esa sensación. La intuición es como un rayo, es directa; el pensamiento da vueltas y vueltas en la cabeza. Ante la incertidumbre de una u otra opción, suelo aconsejar elegir una y dejar la otra en reserva. Pasado el tiempo veremos cuál de ellas era la acertada. Al volver a experimentar una situación similar, observaremos qué sentimos y será más fácil distinguir la intuición de la mente.
Trabajar con la intuición suele dar vértigo porque no tenemos pruebas sólidas que avalen lo que sentimos, simplemente es nuestro corazón el que habla e impulsa. Ser intuitivo no supone dejar de lado a la mente. Eso sería erróneo. Necesitamos la mente y la intuición. La mente, ayuda a enraizarnos, debemos tener los pies en la tierra y ser realistas; mientras que a través de la intuición conectamos con la energía que nos rodea. Sin embargo, por qué no usar ambas herramientas uniéndolas para nuestro beneficio. La intuición podría ser una especie de alarma que suena en nuestro corazón que debemos saber utilizar con nuestra mente.
Dejarse llevar por la intuición, tiene que ver con fluir, con estar abierto a las señales que tenemos delante. Cuanto más confiemos en nosotros, más veremos, pero no todo lo que veamos o percibamos tiene que ser real, tenemos que tener en cuenta que el deseo o la fantasía puede engañarnos. Cuando utilizamos la mente para analizar la certeza, vamos por buen camino.
Os animo a dejaros llevar por la intuición, a fluir pero teniendo a mano el apoyo de la mente. Al final, quién pone las cosas en su sitio, es el tiempo, demostrando que era intuitivo o mental.
La imagen de la foto está sacada de internet. Desconozco quién es su autor.