He decidido volver a publicar esta entrada, que acaba de cumplir un año, porque al releerla he sentido que era la indicada para estos días. Algunos ya la habréis leído y para otros será nueva, apenas he retocado nada. Espero que os guste.
Siempre me han gustado las flores desde niña y muy especialmente, los crisantemos. Estos días las floristerías están llenas de estas bellas flores, y en las pastelerías hay buñuelos y huesitos de santo de mazapán. Sí, estamos en vísperas de Todos los Santos.
Siempre me han gustado las flores desde niña y muy especialmente, los crisantemos. Estos días las floristerías están llenas de estas bellas flores, y en las pastelerías hay buñuelos y huesitos de santo de mazapán. Sí, estamos en vísperas de Todos los Santos.
Son unas fechas especiales para aquellos que han perdido a seres queridos. Si siempre están presentes en nuestro pensamiento, estos días todo nos lleva a pensar en ellos aún más. Son días de visitar los cementerios, de cuidar y limpiar la lápida de
nuestros familiares, de poner flores nuevas en la tumbas de nuestros
muertos.
Los seres que han fallecido, no están en los cementerios, ni permanecen en el lugar en que se esparcieron sus cenizas. Acuden allí, cada vez que nos acercamos a visitarles. Se reúnen ese día con nosotros casi como si se tratara de una cita.
En
el otro plano, en la dimensión en la que están, pueden ir y venir en un
instante de un lugar a otro. Tienen su trabajo, su ocupación; ya sea el
descansar, limpiar partes de su vida recién vivida, ayudar a seres
queridos y familia, ocuparse de solucionar aquello que consideran
inconcluso, etc. Así que no permanecen quietos en un sólo sitio. Se
mueven, actúan.
Alberto
falleció lejos de casa. Había ido a hacer un master al extranjero; allí
sufrió un infarto y murió. Le encantaba el mar. Su familia
decidió depositar sus cenizas en una zona de la costa en la que se viera
el mar.
Desde hace unos dos años o algo más, cada vez que su familia viene a verme, Alberto les pide que por favor, no vayan a verle a áquel lugar porque les ve sufrir, lo pasa mal al ver su tristeza, su pena. Quiere vivir su alegría, ver sus sonrisas, y poder participar de esta animación. Les
propone que cada vez que se junten para comer o cenar, saquen el
acordeón y disfruten. Desea que le recuerden cantando junto a ellos,
feliz, siendo uno más en la mesa.
Su
familia dice que necesitan ir al lugar donde dejaron sus cenizas,
porque les gustan pensar que está allí, contemplando el mar y esperando
su visita. Consideran que hacen algo especial, yendo a verle. Alberto, intenta explicarles una vez más, que siempre está con ellos. En su corazón, a su alrededor, durante el día a día. Mientras sonríe dulcemente, comenta que no hay manera, no lo entienden; otro año habrá que estar allí.
Hace tres meses murió Pilar,
una gran amiga mía. Solíamos hablar mucho de la vida y la muerte con
mucha libertad y abiertamente. Un día, en el que hablábamos sobre cómo
organizar el funeral o dónde depositar sus cenizas; le comenté que cuando se fuera, me sentaría junto al árbol que le gustaba y pensaría en ella. Me miró con sus ojos azules, y con una sonrisa, - me dijo -, sabes mejor que nadie que no estaré allí, ¿para qué irás? Le devolví la sonrisa y le dije que tenía razón.
Si
vamos a la playa, allí van; si vamos de excursión allí están; si vamos
al cine, nos acompañan; y si vamos al cementerio, se unirán a la visita,
porque siempre están a nuestro lado, junto a nosotros. Podemos celebrar
su ausencia o presencia, a diario o el día que queramos, pero no
necesariamente yendo al cementerio.
Están a nuestro lado, vayamos dónde vayamos o hagamos lo que hagamos. Nunca desaparecen de nuestro corazón, el lugar más íntimo y lleno de amor en el que pueden estar. Es posible que nos apetezca ir a dónde depositamos sus cenizas o están enterrados sus huesos. Si vamos es por nosotros, no por ellos. Me parece muy bien que quién tenga la intención de hacerlo, lo haga, es fantástico; pero sabiendo que ellos están a su lado, animando, velando, sosteniendo y guiando sus pasos día a día.
Están a nuestro lado, vayamos dónde vayamos o hagamos lo que hagamos. Nunca desaparecen de nuestro corazón, el lugar más íntimo y lleno de amor en el que pueden estar. Es posible que nos apetezca ir a dónde depositamos sus cenizas o están enterrados sus huesos. Si vamos es por nosotros, no por ellos. Me parece muy bien que quién tenga la intención de hacerlo, lo haga, es fantástico; pero sabiendo que ellos están a su lado, animando, velando, sosteniendo y guiando sus pasos día a día.
La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.