Quiero contestar a un comentario que dejó Rosy Pons, en la entrada El amor es .... Creo que las respuestas también puede ayudar a otras personas con las mismas inquietudes.
Rosy Pons: (...) hoy hace 3 años que mi padre nos dejó yo le pongo velas los días señalados como su cumpleaños el día que se fue o el día de los difuntos y le hablo mucho yo creo que por hacer eso no le retengo yo quiero que siga su camino y que sea feliz y que haya cruzado la luz algunas personas dicen que a los difuntos hay que dejarlos descansar menos se hable de ello mejor pero yo no puedo dejar de hablarle y que el piense que ya no nos acordamos de el, (...)
Rosy plantea varias cuestiones. Vayamos por partes.
El encender una vela con una finalidad, es un ritual, en el que damos fuerza a lo que deseamos conseguir. La luz de la vela recuerda, que la luz permite ver los obstáculos, las dificultades y ayuda a recorrer la senda por la que caminamos en la vida y en la muerte. Por ejemplo, podemos poner velas, para conseguir un trabajo, una pareja, un cambio favorable, aprobar un examen, etc.
Solemos hacer extensible lo mismo, cuando ponemos velas a un ser que ha fallecido. Lo importante no es la vela en sí, sino la intención que hemos puesto al encenderla. ¿Qué buscamos o qué deseamos al hacerlo? Normalmente, queremos que los seres queridos que han fallecido, encuentren luz en su camino, que no estén solos, que sepan que nos acordamos de ellos y les seguimos amando. También, ayuda a que sintamos que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para que ellos, estén lo mejor posible tras su muerte.
La fuerza, la energía, la intención es lo realmente importante. Si en vez de poner una vela, colocáramos una piedra, escribiéramos una carta, hiciéramos una tarta,... tendría el mismo valor y conseguiríamos el mismo fin. Porque al hacerlo, estamos enviando luz y amor, estamos conectando con ellos, con el pensamiento y el corazón.
Pensar, acordarnos, comunicarnos o hablar con nuestros seres queridos que han fallecido, no hace que les retengamos. Ni tampoco, el que pongamos velas, llevemos flores a los cementerios, cocinemos su comida favorita.
Ellos tienen su camino y siguen su propia evolución; y, es lo correcto. Es cierto, que cuando estamos más apenados y con dolor, podemos sentir cercana su presencia; aunque a la vez, estas mismas emociones, tienden a bloquear el que poderles percibir como desearíamos. De la misma manera, cuando estamos alegres, felices y contentos, también podemos sentirles a nuestro lado.
Aunque sepamos que están bien y siguen su proceso, a veces necesitamos, hacerles partícipes de nuestra vida diaria. Adelante, tampoco les retenemos. Inclusive puede ayudarnos a desapegarnos y facilitar el duelo, eso no significa que les olvidemos.
Si os apetece, os animo a encender una vela, escribirles poemas o cartas, pintar cuadros, dedicarles canciones, charlar con ellos. Podéis hacerlo sin miedo a interferir en su camino. El amor siempre es positivo para el alma.
La imagen está tomada de internet, Desconozco quién es su autor.