jueves, 22 de agosto de 2013

El duelo, aprendiendo a soltar amarras

La muerte de los seres queridos suele dejar huella. Nos sumerge en un mar de vaivenes, de dudas, de miedos, angustia, pena, dolor, sentimientos encontrados, contradicciones. Pone a prueba la confianza, el amor, la fe. Hace que cuestionemos qué es la vida, qué queremos de ella, cómo queremos vivir, cuáles son nuestras metas.

La muerte no suele dejarnos indiferentes. Marca un antes y un después. El dolor, la pena, y sobre todo, el asumir la muerte del ser querido lleva un tiempo. Podemos vivirla con rechazo, con ira, con rabia; y también, con dulzura, paz y calma. Todo es correcto y válido.

Cuando sabemos que la muerte es cercana, la vida parece que concede un tiempo para asimilar lo que ocurre y aunque ello produzca dolor, permite que podamos vivir el duelo poco a poco; y a la vez, centra, obliga de pronto a evaluar la vida, a cambiar nuestras prioridades, y sobre todo, nos permite cerrar el círculo, acompañar a la persona en su final de la vida. Es un aprendizaje duro y difícil pero lleno de amor.

Como acompañantes, nuestra prioridad es la persona que se marcha. No todas las personas asumen su partida de la misma manera. A veces son conscientes de que la muerte está muy cerca, y no se atreven a hablar de ello por miedo a causar más dolor a sus familiares. Y estos, sabiendo la llegada de la muerte, tampoco se atreven a hablar de ello, por el mismo motivo.

No estamos acostumbrados a hablar de la muerte con naturalidad, como un paso más de la vida, como el final de un ciclo que lleva a uno nuevo. Duele hablar de la muerte, nos revuelve, sentimos que nos rompemos por dentro, y evitamos hacerle frente. No nos damos cuenta que al hacerlo, al dejar de hablar de ella con naturalidad, estamos perdiendo oportunidades únicas de conocernos mejor, de intimar más con la persona que se marcha y descubrir que a pesar del dolor, podemos dar mucho amor, y sobre todo, ayudar desde la serenidad a la persona que se muere.

Una muerte por enfermedad o natural es más "fácil" de vivir que una trágica o inesperada. No da tiempo a despedirse, a decir te quiero, te perdono, todo está bien. Asumir y aceptar la muerte, es más difícil. Pensamos en todos los proyectos que estaban por realizarse, en los deseos que ya no podrán llevarse a cabo. Todo ha desaparecido de repente y ahora qué. Dónde estamos, qué va a pasar con nuestra vida.

Serenidad y calma, unidas al dolor, sentimientos encontrados. Apegos y desapegos, desarraigo, sentirse en una montaña rusa de sentimientos y cuando creemos que lo hemos superado, volvemos a caer. Poco a poco iremos aprendiendo a soltar amarras, a desapegarnos desde el amor y a aprender a vivir sin ellos pero con ellos.

Los seres queridos que han muerto, están en otro plano, en el que no existe el sufrimiento, no hay dolor y si mucho amor. Pero, los que quedamos, ¿qué pasa con nosotros?

El duelo requiere un tiempo, para cada persona y con cada muerte será distinto, hasta que aceptemos e integremos que su muerte. Vivir la vida, no significa que nos olvidemos de ellos, pues siempre estarán presentes; pero estamos aquí y nuestra labor es seguir adelante, por ellos, y por nosotros.

Debemos recordar que no estamos sólos en este proceso. Habrá quienes deseen vivirlo en soledad; otros en cambio, necesitarán hablar de ello, compartir lo vivido. Podemos recurrir a la ayuda de especialistas en la muerte, duelo, psicólogos, personas que han pasado y vivido el mismo proceso que nosotros, asociaciones de duelo, etc. Cada uno debe elegir el camino que más le ayude a estar en equilibrio y a no debemos olvidar que el estar vivo sigue siendo un regalo y un aprendizaje, que aunque tiene altibajos, merece la pena disfrutar.


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.

lunes, 12 de agosto de 2013

Cursos de Canalización en San Sebastián, Octubre 2013 a Junio 2014

Quiero aprovechar esta ocasión, para presentaros un avance de los cursos que voy a realizar de Octubre 2013 a Junio 2014 en el centro Amalur de San Sebastián

Impartiré dos cursos de canalización, nivel I y nivel II.

El nivel I, está orientado a conocer nuestra energía, trabajar con ella; para así, al diferenciarla de las de los demás, comenzar a ahondar más en la intuición, videncia, que llevará a abrir más el canal que todos somos y tenemos.

También aprenderemos y trabajaremos la manera de conectar con nuestros seres queridos ya fallecidos, no sólo de manera teórica sino sobre todo, práctica a través de diferentes ejercicios.

El curso comenzará en el mes de octubre y se dividirá en tres trimestres, con dos clases quincenales de dos horas y media de duración por mes. Quedaremos los miércoles de 18.00 a 20.30.

El nivel II, está destinado a aquellas personas que quieran seguir aprendiendo, trabajar sus dones, potenciar su videncia a través de su canal energético y que tengan un conocimiento previo de qué es la energía.

Se trabajarán varios aspectos, conectando desde la propia energía, sabiendo diferenciarla de la de los demás, para que a través de la teoría y de distintos ejercicios prácticos, podamos trabajar el abrir y desarrollar el canal que llevamos dentro.

Esto nos permitirá poder conectar con los seres queridos ya fallecidos, mediumnidad; cómo acceder a energías más altas y elevadas, guías, seres de luz o maestros, canalización; y aprender a transmitirlos mensajes que tengan para nosotros.

El curso comenzará en el mes de octubre y se dividirá en tres trimestres, con dos clases quincenales de dos horas de duración por mes. Quedaremos los miércoles de 15.30 a 17.30.
El resto de la información se dará personalmente. Se aconseja reservar plaza en el teléfono 675.704214, teléfono de Amalur, Ana Luisa,  o a través de las siguientes direcciones de correo:

bidereiki@hotmail.com, correo de Amalur, Ana Luisa
mecomunicacion@gmail.com, correo de María Eugenia


El Curso se realizará en:

Centro AMALUR
C/ Ferrerias / Olaeta  19 puerta  11. AMARA
DONOSTIA- SAN SEBASTIAN

Horario:

Nivel I: comenzará el 9 de OCTUBRE y terminará el 25 de JUNIO
Horario de tarde, los MIERCOLES de 18.00 a 20.00

Nivel II: comenzará el 9 de OCTUBRE y terminará el 25 de JUNIO
Horario de tarde, los MIERCOLES de 15.30 a 17.30.



La imagen es de un mandala mío.

viernes, 2 de agosto de 2013

Nadie muere antes de tiempo, todo es correcto

Sois varias las personas que tanto en el blog como en el correo, habéis preguntado lo mismo y aunque respondí a uno muy similar que dejó María del Carmen, he decidido ampliar la respuesta.

Es una pena no saber quién escribió el comentario en el blog, ponía Anónimo. Aquí está.

Anónimo: "Hola MARIA EUGENIA tengo una duda aclarame que uno cuando nace tiene su dia y su hora de morir eso esta escrito.. yo creo que eso nadie lo sabe solamamente dios o los que se quitan la vida con sus propias manos es asi o ellos lo disponen xq nadie sabe el dia ni la hora de su muerte solamente el creador".

La respuesta es sencilla. Todos tenemos una fecha de nacimiento y otra para morir. Todos celebramos nuestro cumpleaños, ya que sabemos el día en que nacimos. En cambio, la de la muerte no la conocemos. Algunos lamas y personas muy elevadas energética y vibracionalmente, si suelen saberla. Consideran que es positivo para ellos, ya que de esta manera, saben el tiempo que disponen para realizar su misión en esta vida. Suelen asombrarse cuando decimos que nosotros no queramos conocerla

Todos tenemos una fecha para morir. Nadie nos vamos antes de tiempo. Incluidas las personas que han muerto trágicamente, accidentalmente, por errores médicos, por falta de recursos, suicidios, etc.

He escuchado muchas veces, en consulta, explicar a los seres que han muerto, que se han ido en el momento adecuado, ni antes, ni después. Suele costar entenderlo, y más cuando sabemos que tenían planes, una vida feliz, amaban a su familia, etc.  

Nos marchamos, morimos, cuando tenemos que hacerlo. Cuando ya hemos realizado nuestra misión en la vida. Algunas personas opinan que también cuando no queda ya tiempo material para poder realizarla. Por mi experiencia, hasta ahora, ya sea en personas que se han suicidado, muerto en accidentes, asesinados o por muerte natural, siempre han contado que se han muerto cuando debían y que todo era correcto.

La misma forma de morir, puede ser la misión que venían a cumplir. Un asesinato, una muerte provocada por una enfermedad incurable o de difícil tratamiento, un error médico, un suicidio, pueden ser la propia misión. Su forma de morir, impacta, no deja indiferente a nadie, normalmente a la familia y al entorno cercano; otras veces, el impacto llega a toda la sociedad.

Vamos a los ejemplos. Si tengo que morir, un día determinado, va a dar igual que sea durmiendo en la cama, en un incendio, de una enfermedad, de un atropello, etc. Moriré a la hora en que me toque. Me gustaría que fuera de manera natural, pero desconozco cómo será.

Imaginemos que me toca morir mañana a las 16.00. Puede ser que si estoy en la playa, pueda ahogarme, me de un infarto, un aneurisma o me atropelle alguien. Si estoy en la cama, durmiendo la siesta, me moriré descansando. 

Cuando las muertes son impactantes, y conllevan un transfondo de lucha, de errores judiciales, médicos, burocráticos, sanitarios, etc, podríamos hablar de muertes con una misión. ¿Cuál? Podrían ser varias, las de luchar por una mejora de las carreteras, la de dar a conocer un hecho, una enfermedad, la de implicarse en una lucha o mejora social, la denuncia de maltratos, de leyes injustas, etc. Una muerte, una persona, puede llegar a convertirse en el abanderado de una misión. Como alma escoge vivirla y así ayudarnos a abrir los ojos a una nueva realidad, ya sea a nivel individual como colectivo.

Una muerte puede ser para quien fallece, cumplir su misión, pero para los que quedamos puede que sea el comienzo de la nuestra. Si ha sido por un error, la de lograr que se repare o se haga público lo ocurrido, luchar para que no se vuelva a repetir.

La muerte nos llega a todos. No sabemos de qué manera moriremos, pero podemos atisbar qué muertes producen una reacción determinada en nosotros, un click interno que hace que pensemos, recapacitemos, reafirmemos en nuestras creencias o reneguemos de ellas. Todo es correcto. 

La muerte y la vida, van unidas. Una es el comienzo y otra el final. Para la vida, la muerte es el final, y tras la muerte, comienza otra nueva vida. Con cada muerte, con cada nacimiento, tenemos nuevas oportunidades de conocernos, de seguir aprendiendo y evolucionando. Como seres, viviremos y moriremos de acuerdo a lo que elegimos y necesitamos experimentar al nacer. No debemos olvidar que somos eternos, pues nuestras almas lo son. Viviremos tantas vidas y muertes, como elijamos y deseemos. 


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.