jueves, 27 de junio de 2013

Grazziana y su madre, amor más allá de la muerte

Hace un par de semanas me comunicaron la muerte de una amiga. La noticia me sorprendió, no la esperaba pero conocía su deseo de morir. Ella estaba muy cansada de la vida. Se le hacía muy cuesta arriba y dura.

Su madre había fallecido hace casi cuatro años en Italia. Mi amiga, Grazziana, no había llegado a tiempo para despedirse de ella en persona.

En cambio, pudo hacerlo a través una canalización. Su madre estaba muy enferma y en coma-  Un día mientras charlábamos, su madre quiso darle un mensaje. Se despedía de ella, entendía que no podía viajar y quería tener la oportunidad de decirle lo mucho que le quería. 

Al mes de aquella conversación, recibí una llamada de Grazziana, contándome que aunque había viajado a Italia, no había llegado a tiempo para decirle adiós y hacerle la despedida que quería para su madre: vestirle de blanco, peinarle, pintarle los labios de rojo y echarles unas gotitas de su perfume favorito, uno que había usado siempre, aún en tiempos de la gran guerra como ella llamaba a la segunda guerra mundial.

Recuerdo que entre lloros, me daba las gracias por haber podido despedirse de ella, aunque fuera a través mio Y repetía, cómo sabía ella que no podría llegar, mira qué lo sabía. 

Desde ese momento, Grazziana, no fue la misma. Le faltaba su vida. Nunca había tenido una salud fuerte, aunque su carácter y personalidad si lo eran. Cayó en una gran depresión. En Italia, vivían su hermana y sus sobrinos, pero la relación no era especialmente cordial. Cada día era un duro obstáculo para ella.

Solíamos charlar y ella siempre decía que quería morir, irse con su mamma, estar con ella, cuidarla. No encontraba el sentido a esta vida sin ella. El trabajo cada vez era más escaso tanto aquí como en su país, se sentía sola. Tenía amistades, pero le seguía faltando su madre, su amparo y cobijo.

Cada vez que hablábamos aparecía su madre con un mensaje: ponte rouge en los labios, tienes que estar guapa. Y Grazziana decía que no, no tenía sentido arreglarse. Su madre solía insistir en que estaba buscándole una pareja porque no quería verle sola y triste. 

Era divertido ver una escena entre madre e hija. Una madre enérgica, mandona y con mucho carácter, dando ánimos y cuidando a su hija triste. Aunque muerta, seguía diciéndole qué debía hacer y riñéndole por su actitud. Y la hija, sonreía pero decía, no cambiaba su manera de pensar y sentir, deseando estar con ella.
 
Viví muy de cerca todo ello y es de las pocas veces que recuerdo hasta los mínimos detalles. 

Se que Grazziana está dónde quería estar, con su madre. Está en la luz, radiante y brillante. Le veo sonriente y feliz.

Te echaré de menos, sobre todo, este verano que esperaba saludarte y darte un abrazo muy fuerte. Escucharte hablar en un español italiano o italiano español que a veces costaba entender. Echaré de menos, que me digas, con una voz muy dulce, te llamas como mi nona, Eugenia. Y me cuentes historias del trabajo, de la familia, que me pongas al día con tu vida.

El día que me enteré de su muerte, decidí hacerle un homenaje. Recordé que cuando venía a San Sebastián le encantaba ir de pinchos y comer un pastel que se llama ponche. Así que, acompañada de ella, en el recuerdo, corazón y presencia, fui a tomar unos pinchos a la Parte Vieja y a comer un ponche de Izar. Se que le gustó que lo hiciera y por supuesto, tampoco faltó un paseo por La Concha.

Grazziana, estás muy cerca, y aunque te has ido, se que estás ahí, a mi lado; y, que cuando necesite hablar contigo, vendrás, como lo has estado haciendo hasta ahora, con una sonrisa, feliz, radiante y luminosa. Ciao, cara.
 

La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor. Es el puente Vecchio de Florencia.

domingo, 16 de junio de 2013

El mensaje del abuelo de Julia: sigue adelante

El amor no entiende de kilómetros, de distancias, de barreras, ni de dimensiones. Esta es la historia de Julia. Desde aquí quiero aprovechar para darle las gracias por su generosidad, por eligirme para que la escribiera, por darme su permiso para publicarla en el blog, y así poder compartirla con todos.

Julia se puso en contacto conmigo porque quería comunicarse con sus seres queridos, entre ellos su abuelo y su padre. Lo primero que recuerdo de su abuelo, era su sonrisa, amplia, abierta y la gran sensación de paz que me inundó cuando comuniqué con él. Era divertido, alegre y a la vez, tranquilo, sabio. 

Estaba atento a todo, pendiente de lo que hacíamos y decíamos. Mientras le transmitía a Julia lo que decía, en un momento de la conversación me corrigió, y me dijo, "no soy abuelo, soy yayo". Y siguió hablando contando a Julia lo que quería comunicarle.

El tiempo no es igual para los seres que han fallecido que para nosotros. Pueden estar en sitios distintos, mantener conversaciones con varias personas e incluso realizar diferentes actividades al mismo tiempo. El abuelo de Julia, también. Mientras hablaba con Julia, a la vez estaba jugando con el perro de ella. Era divertido ver cómo podía estar haciendo dos cosas en el mismo instante sin perder la intensidad de lo que decía o hacía.

El abuelo de Julia, era un hombre de tierra, de mar adentro, le gustaba el campo y cultivaba la tierra. Era sencillo, pausado y conocedor de que todo tiene un ciclo, que nada es eterno. Todo llega en el momento adecuado, simplemente es cuestión de tener la paciencia necesaria para poder actuar de la mejor manera en ese instante. Y con dulzura y sonrisa, animaba a Julia a que siguiera adelante con su vida.

También se presentó el padre de Julia. Era un hombre tímido en vida, y su energía seguía igual tras su muerte. Habló poco, pero pudo transmitir a su hija lo que quería decirle. El padre de Julia, llegó con una carta y en ella estaba escrito todo lo que quería comunicar a su hija. Poco a poco, fue perdiendo la timidez y le habló directamente a ella. Al terminar, fue de nuevo su abuelo quién tomó la palabra.

El abuelo de Julia, tenía una energía amorosa, envolvente; sigue cuidando y aconsejando a su nieta a pesar de estar en dos planos, en dos dimensiones distintas. El amor no tiene barreras, es eterno. Además de a Julia, su yayo también cuida de su viuda, de la abuela de Julia. Ella tiene demencia senil, es muy complicado mantener una conversación con ella porque no se acuerda, está ausente. Pero, pudo comunicarse con su nieta pudiendo decirle todo aquello que no puede por su enfermedad. Cuando estamos en coma, tenemos Alzheimer o demencia senil, algunos seres pueden establecer también comunicación con sus seres queridos sin necesidad de haber fallecido. Esto es lo que sucede con la abuela de Julia, que también cuida de ella con mucho amor.

Los seres que han fallecido que desean comunicarse con sus seres queridos buscan la manera de hacerlo, ya sea encontrando las personas que pueden escucharles, mostrando señales, a veces con insistencia hasta que su mensaje sea escuchado.

Es bonito poder comprobar que parte de nuestra personalidad permanece tras nuestra muerte, y su energía no se pierde, se transmite y nos llega con intensidad. Quién era alegre, transmite alegría; quién era poco hablador, sigue siéndolo o se muestra poco comunicativo con palabras pero en cambio, puede mostrar un paisaje, un objeto, de tal modo, que su mensaje llegue a nosotros de la manera más clara posible.

Con el permiso del abuelo de Julia, voy a "tomar prestado" parte del mensaje que le dio, porque me gusta y me parece válido para todos y cada uno de nosotros. Sigue adelante, la vida continúa, sigue adelante. Mira al futuro con decisión y sin miedos. Adelante. 


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.

miércoles, 5 de junio de 2013

La respuesta está en el corazón. Intuición y lógica.

Se que escribir y hablar de los temas que trata el blog no es fácil. Los conceptos no son concretos y entender lo abstracto cuesta, sobre todo, porque necesitamos ver, sentir, tocar la realidad

Somos como Santo Tomás, si no lo veo, no lo creo. Estamos acostumbrados a lo material y además es necesario, pues vivimos en la tierra.

Lo material y lo concreto, son básicos en nuestra vida, como también es la espiritualidad. Y lo mejor de todo, es que son totalmente compatibles. Si no estamos arraigados, si no tenemos los pies en la tierra, nos costará mucho más dejarnos llevar y fluir, que son apoyos necesarios en el trabajo interior, evolutivo y espiritual. 

Del mismo modo, si sólo "estamos en las nubes", si nos pasamos el tiempo "más allá que aquí", tampoco estamos haciendo bien las cosas, puesto que falta equilibrio y armonía. Somos equilibristas de la cuerda floja, funambulistas de la vida. Habrá momentos en los que sintamos la necesidad de estar en contacto con nosotros mismos, de saber quiénes somos y hacia dónde vamos, o por conocer o tener respuestas a esas preguntas cuyas respuestas parecen desvanecerse en el aire. En cambio, en otros momentos, necesitamos vivir lo material, lo concreto. Todo es perfecto si hay equilibrío. Como todo en esta vida, nada es malo, ni nada es bueno, todo depende de cómo lo utilicemos.

Cuando buscamos las respuestas a las preguntas que aparentemente son imposibles, cuando vivimos situaciones extrañas que dejan un sabor positivo en nuestra vida aún sin saber el porqué, aunque hayamos estado pensando en ello y no hemos dado con la respuesta; entonces, cuando sucede todo ello, es que hemos mirado en el sitio equivocado, en la mente. Le hemos dado más importancia al porqué que a qué siento, que a cómo me encuentro, que a qué ha sucedido en mi vida a partir de ese suceso.

Conocer el porqué de lo que nos ocurre y vivimos, forma parte del ser humano; y no estaríamos aquí, si no nos hubiéramos dedicado a ello. Tenemos filósofos, teólogos, sociólogos, antropólogos, etc, estudiosos del ser humano en todas sus actividades y aspectos. Solemos olvidar que existe una parte muy importante, que está relacionada directamente con nuestro Yo interno, con nuestro Ser que no necesita preguntar nada, porque lo sabe, lo conoce, lo siente. Conoce la certeza y le da el valor que tiene, se siente seguro aunque desconozca el porqué.

Mente y corazón, por qué y sentir, dos herramientas maravillosas que están a nuestro alcance, también compatibles y a veces, siguen caminos paralelos. En el mundo espiritual, primero es el corazón, el fluir, la certeza, y después ya buscaremos el porqué, aunque a veces no lleguemos a encontrarlo. 

Confiar y saber que en nuestro corazón está la verdad, significa que debemos escuchar los sentimientos y emociones, dejando a un lado a la mente. Ante un mismo hecho, por ejemplo el tener un sueño o una señal de un ser querido fallecido, un sueño premonitorio, etc. posiblemente, tendremos dos respuestas distintas, la del corazón que diga, es cierto, lo he vivido, lo siento, es real, y la de la mente, que diga, te lo has inventado, eso es imposible.

Entonces, ante la duda, ¿qué elijo? ¿cuál es la respuesta correcta? No existe una respuesta correcta. O dicho de otra manera, la que elijamos, será la correcta. La respuesta está en el trabajo interior, en el escucharnos y confiar, en saber tomar un camino aún a riesgo de no ser lo políticamente correcto a los ojos de los demás. En definitiva, el aprender a confiar en nosotros, en nuestro Ser, en nuestro Yo y en la información que pueda llegarnos de los seres amorosos que velan y cuidan de nosotros, ya sean los guías, los seres queridos, seres de luz, amigos o personas que nos quieren, etc.

A veces no resulta tan fácil saber diferenciar la mente del corazón, pero es cuestión de práctica. Y cuando estamos perdidos, después de haberle dado vueltas al tema, y después de haberlo dejado por imposible, abandonado a su suerte; entonces, podemos acudir a otras personas para que nos ayuden a resolver nuestras dudas.

No es malo, ni incorrecto preguntar antes de intentar resolverlo por nosotros mismos. Además puede que nos den la respuesta que buscamos, ¿pero dónde queda el trabajo interior, el trabajo evolutivo? Eso ya es decisión de cada uno y todas son válidas, pues cada uno es responsable de su camino. Además, nadie puedo hacerlo por otra persona.

Si buscamos en nuestro corazón, si nos atrevemos a escucharnos, si fluimos, llegaremos a encontrar la respuesta, aunque la mente interfiera, y nos diga eso es imposible. Si a pesar de ello, sentimos que tenemos razón, que aunque no encontremos las palabras adecuadas, sentimos que es correcto, adelante. Vamos bien. 

Y por supuesto, a pesar de confiar y fluir, no debemos dejar atrás a la mente, a la lógica, que es la herramienta que nos ayuda a anclarnos, a enraizarnos, a tener los pies en la tierra, porque lo cuestiona todo y eso nos lleva a pensar, a dudar, a decidir y a caminar..

Mente y corazón, corazón y mente, dos herramientas básicas y estupendas, que son nuestra brújula, guía y ancla en la vida.  


La imagen está tomada de internet y desconozco quién es su autor.